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Death Note: al frente de la vanguardia

  • Foto del escritor: Jose Knecht
    Jose Knecht
  • 1 sept 2017
  • 3 Min. de lectura

Death Note de Netflix logra destilar la esencia de una cultura global. Nos arroja a un universo que arremete contra las cargas moralizantes propias de la sociedad crítica, allende la boca del lobo de la cultura narcisista. Esto lo hace a través de la interpretación despersonalizada de las mismas partes que componen el panorama actual. Deconstruyendo las formas preestablecidas, la satírica prosa pone de manifiesto la disensión entre realidad y ficción en escenas como el exacerbado asombro del Light norteamericano al ver al Shinigami. El cambio de paradigma se centra en una convergencia de culturas, la nipona y la estadounidense, dando a luz al vástago de la globalidad en forma de vanguardia.



Aún sólo habiendo atendido a análisis a posteriori en Youtube, ya se puede percibir la entereza de los productores en cuanto a lo que el objetivo creativo final se refiere. Si la libre transvaloración ontológica de L no nos ha levantado de nuestros asientos es por causa del magnetismo que su representación simbólica cobraba en la pantalla. El ninja negro hace gala de un despliegue de crítica social que monopoliza la consciencia del espectador y lo golpea contra las barreras de su apercepción. El trasfondo de unión entre Misa y Light revoluciona el concepto ya clásico en el cine contemporáneo del post-romanticismo, abriendo la veda a una concepción renovada que explora las fronteras y los límites del bien y del mal, de la culpa y la razón. Las interacciones se vuelven un arcoíris conceptual, en un collage de vivencias que desdibujan la barrera intersubjetiva entre dos almas.


¿Estamos ante una nueva vanguardia hiperrealista?


La vieja obra, hacia la que a soberbia adaptación cabalga con alas de hierro, tenía de su lado el potencial narcisista de un público joven que se identificaba con la vanidad y la autodestrucción del protagonista; mientras que el despliegue de humildad con el que se nos presenta armado el nuevo Light, como reflejo de un despertar de las virtudes más hondas, es sin duda un anhelo que señala a lo real y físico; a la sangre y al sentido auténtico del que la decadence de la posmodernidad se ve desprovista.


Con una perspectiva más general de la obra y sin entrar en detalles podemos afirmar que el género al que pertenece está definitivamente obsoleto. Death Note ha conseguido, no solo estar a la altura, si no también desbancar las míticas obras de su época y de épocas anteriores. El terror moderno tiende a auto-limitarse cada vez más al intentar forzar atmósferas pretenciosas y nulas en materia de emociones, por esto precisamente Death Note supondrá un punto de inflexión en el género y en la historia cinematográfica.

La obra consigue transmitir lo que se propone a pesar de que los guionistas estuvieran limitados por el público al que iba dirigida. Aun así su trabajo es más que óptimo.


Su nivel de montaje, cámara y banda sonora dotan al film de un enfoque sólo transmitido por los grandes maestros del séptimo arte. Alejándonos un poco de la visión puramente objetiva, podemos considerar que Death Note se convertirá en una producción que servirá como modelo, tanto a nivel técnico como artístico, para las futuras generaciones de directores independientes. Si bien su ritmo puede crear cierta disonancia en la percepción del espectador, es precisamente esto lo que la convierte en una idea revolucionaria en la corriente posmoderna.


La crítica que se ha generalizado (aunque en sus efectos es notablemente positiva) basa su argumentación en la problemática que deviene del cambio del transcurso narrativo de la adaptación norteamericana. Esta gran capacidad de flexibilización y mutabilidad es la raíz del increíble potencial de la obra -¡El cambio más que estético es sustancial!-. Y, rescatando este resurgir de lo trascendente cabe preguntarse si, en relación a la crítica, estos disidentes se hacen necesarios, pues elevarán el nivel de la obra a estratos tan elevados como le pasó al mismísimo Van Gogh.


La intención de esta obra ha quedado más que clara. Su trasfondo y su mensaje son un hito en esta era de incertidumbre política.

 
 
 

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